¿Orden y paz social, o anarquía?

Por Jorge Omar Sobisch
Para LA NACION


Una pregunta curiosa: ¿en qué punto se cruzan el actual presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y el jefe de la banca carcelaria de San Pablo, en Brasil, Marcos Camacho?

Veamos lo que opina desde la cárcel el narcotraficante Camacho: "Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas", dice. Ahora, esos pobres de las villas, dice Camacho, "se enriquecieron con la multinacional de la droga".

Cuando le preguntan a Camacho cuál sería la solución, es terminante. "No hay solución", dice. Y, a su vez, pregunta: "¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero sobre la periferia de San Pablo?"

Tal vez algunos en la Argentina piensen que esta realidad que pinta el narcotraficante preso en Brasil está lejos de la nuestra. Pero no es así. Basta con saber que en Buenos Aires hay una guerra entre narcos desde hace años, que ya se cobró 15 vidas inocentes, y que recientemente fue necesario, como en Brasil, entrar en las villas con la Gendarmería, buscando cómplices del narcotraficante Marco Antonio Estrada González, o "Marcos el Peruano".

Desde su celda, Camacho, el narco brasileño, opina, da lecciones de civismo y dice que para corregir las tremendas desigualdades sociales no sólo harían falta muchos millones de dólares, sino también una especie de "tiranía esclarecida" que pudiese sortear obstáculos como "la parálisis burocrática" y pasar por encima del "Poder Legislativo cómplice".

A esta receta, que equipara una solución para nuestras sociedades con el modo de organización de una banda delictiva, disciplinada, efectiva y con muchos recursos económicos, se le puede oponer la noción de un estadista como Sarkozy, que dice que la nación no sólo es identidad, sino también "la capacidad de estar juntos para protegerse y actuar".

¿Por qué dice Sarkozy "protegerse y actuar"? La explicación aparece no bien uno desentraña las reveladoras frases de Camacho. Dice el jefe del delito organizado: "Ustedes son el Estado quebrado, dominado por incompetentes Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Nosotros no tememos a la muerte; ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos en el ataque; ustedes, en la defensa. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes tienen la manía del humanismo". Es, ciertamente, una prolija, esclarecida y brutal declaración de guerra.

Se permite, incluso, el consejo: "Ustedes necesitan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero franca, seria. Una autocrítica en la moral".

Entiendo que esa autocrítica que sugiere como imposible este delincuente "esclarecido", que ha elegido la delincuencia como forma de vida, la ha hecho Sarkozy en Francia. Y la ha hecho de una manera tan aplicable a la Argentina, que asombra.

Sarkozy propuso a los franceses romper con el "cinismo de mayo del 68". Yo propongo hacer lo mismo con el cinismo de nuestros iluminados de los 70 en la Argentina. Y creo que es oportuno hacer nuestras las palabras de asunción del presidente francés: "Propongo devolver a la política la moral, la autoridad, el trabajo, la nación. Propongo reconstruir un Estado que haga realmente su trabajo, y que, en consecuencia, supere las feudalidades, los corporativismos y los intereses particulares".

Un país donde "la ciudadanía esté hecha de derechos pero también de deberes", como dice ahora Sarkozy.

Porque la cruda realidad que describe Camacho desde una cárcel brasileña nos llegó también a los argentinos. ¿Estamos dispuestos a admitir que la Constitución y las leyes hay que cumplirlas? ¿Estamos dispuestos a dejar de mirar obsesivamente el pasado y a revalorizar nuestras instituciones?

Es necesario legislar para encarcelar a los delincuentes. Es necesario ganar rapidez en el servicio de justicia, capacitar y equipar a nuestras fuerzas armadas y de seguridad para que defiendan los derechos de todos. El nuestro no es un problema de derecha o de izquierda, sino de orden y paz social contra anarquía.

Todavía tenemos la oportunidad de acercarnos al pensamiento de Sarkozy y actuar en consecuencia. De lo contrario, corremos el riesgo de permitir que nos gane la demagogia y que, al igual que el narcotraficante Marcos Camacho en Brasil, dentro de unos años venga el émulo de "Marcos el Peruano", desde las villas miseria de la Argentina, a decirnos lo que tenemos que hacer.

El autor es gobernador de Neuquén


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